Hemos sido condicionados a alejarnos del liderazgo en casi todas las áreas: nuestras familias, nuestros trabajos e incluso nuestras comunidades. El mensaje es claro: “Retírate, no hagas olas y deja que alguien más se haga cargo”. La sociedad nos empuja a ser agradables, evitar tomar la iniciativa y centrarnos en hacer felices a los demás.
Esta presión surge de una visión moderna de que los hombres son innecesarios. Nos dicen que las mujeres pueden hacer todo lo que los hombres pueden hacer, por lo que nos marginan y sentimos que nadie nos necesita realmente. Como resultado, muchos de nosotros llenamos el vacío con distracciones: videojuegos, pornografía, marihuana y cualquier otra cosa que atenúe la sensación de falta de propósito.
Es ahí donde la cultura occidental moderna nos quiere: distraídos, dóciles y fáciles de controlar. Lamentablemente, muchos de nosotros hemos caído en esta trampa. Incluso en la Iglesia, los hombres están llenando sus vidas con placeres superficiales y hábitos adormecedores, alentados a permanecer callados y fuera del camino.
Lo sé porque lo viví. Al crecer en la Iglesia, rara vez me decían lo que Dios esperaba de mí como hombre. La atención se centró en la salvación personal, pero hubo poca orientación sobre cómo servir al Reino de Cristo de una manera que abrazara la masculinidad bíblica. Durante la escuela secundaria y la universidad, mi vida se centró en las mujeres, la marihuana y la pornografía. Nadie nunca me animó a encontrar una misión o construir algo significativo para Dios.
Pasé esos años jugando videojuegos, aprobando clases a duras penas y andando por la vida. Mi potencial era alto, pero mi motivación era baja, adicto a cualquier cosa que me diera una rápida dosis de dopamina. Me dijeron que esperara hasta casarme para tener relaciones sexuales, pero las razones parecían vacías. Sin un sentido de propósito, perseguí cualquier oportunidad de placer temporal, incluso sacrificando mi virginidad a la primera chica que mostró interés. El matrimonio y el compromiso con Cristo no me cambiaron instantáneamente; todavía dejé que mi esposa liderara mientras yo permanecía pasivo, solo tratando de mantenerla feliz. Mi masculinidad parecía poco más que biología, no un llamado a convertirme en el hombre que Dios quería que fuera.
Pero estas luchas me prepararon para servir a los demás: para comprender aquello por lo que tantos hombres luchan a diario. Después de años de profundizar en la Palabra de Dios, estoy en el camino de convertirme en el hombre que Él me llama a ser.
Tu esposa debe ser tu compañera y ayudante, pero sin una misión, no atraerás a una mujer que apoye el camino que estás llamado a recorrer. No estoy diciendo que ignores las relaciones, pero haz que encontrar tu propósito sea tu objetivo, no el matrimonio. Siga la misión y el socio adecuado se sentirá atraído por ella.
Para aquellos que ya están casados, el viaje es más difícil pero no imposible; créanme, yo he pasado por eso. Cuando era más joven, mi “misión” era tener novia. Después de casarme, esa parte me pareció “completa”, dejándome con la necesidad de perseguir sueños que ni siquiera había compartido con mi esposa.
Para encontrar tu misión, comienza enumerando en qué eres bueno, qué disfrutas y dónde ves que otros tienen dificultades. Cuando notes que se superponen, pruébalo. Puede que sea necesario un poco de prueba y error, pero sigue experimentando hasta que haga clic.
Tu trabajo le importa a Dios, incluso cuando nadie más lo ve. Ya sea en su trabajo o en su hogar, cada esfuerzo tiene valor a Sus ojos. Tal vez esté atrapado en un trabajo que no le gusta; siga trabajando duro mientras busca algo más satisfactorio. La fidelidad en las pequeñas cosas te prepara para mayores oportunidades.
Recuerde, Dios nos forma en esos momentos invisibles. Cada tarea, celebrada o desapercibida, se convierte en adoración cuando se realiza para Él. Colosenses 3:17 nos recuerda “hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios”. No te desanimes si el mundo no se da cuenta; Sé que Dios lo hace.
Nuestro mundo necesita hombres que no tengan miedo al trabajo duro, hombres que sepan que Dios los está usando justo donde están, preparándolos para un propósito mayor. Es fácil aflojar cuando nadie nos mira, pero estamos llamados a trabajar como si estuviéramos trabajando directamente para el Señor.
¿Qué nos mantiene distraídos y desmotivados? La dopamina constante gotea de cosas que no añaden valor a nuestras vidas. Las redes sociales, por ejemplo, nos mantienen navegando sin cesar, llenando nuestras mentes con placeres superficiales en lugar de propósitos.
Estas distracciones agotan la concentración y la energía necesarias para cumplir con nuestro llamado. Si desea recuperar su tiempo, comience eliminando estas aplicaciones de su teléfono. En su lugar, guárdelos en una tableta o computadora, donde sean menos accesibles. No se trata de rechazar la tecnología, sino de recuperar el control.
Reducir la dependencia de dosis rápidas de dopamina no es fácil; es una verdadera batalla. Pero cada vez que eliges concentrarte, te estás entrenando para confiar en la verdadera fuerza en lugar del placer fugaz.
Hermanos, es hora de rechazar el papel pasivo que la sociedad intenta asignarnos. Al encontrar nuestra misión, trabajar duro para Dios y eliminar distracciones, recuperamos nuestra masculinidad bíblica. Acepta el desafío y vive la vida que Dios te ha llamado a llevar.
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Stoic Christian