Hay ciertas camas en las que un hombre se acuesta y no encuentra paz. En la década de 1960, la era del infantilismo sexual, se nos decía constantemente que hiciéramos el amor en lugar de la guerra. La suposición era que tener sexo era una actividad pacífica, independientemente de quién estuviera debajo. Pero Santiago nos dice donde surgen guerras y guerras (Santiago 4:7).
Las revoluciones sexuales necesariamente terminan en sangre. Y para considerar la verdad de esa declaración, tendríamos que mirar hacia atrás a todos los problemas causados por Helena de Troya. Santiago nos dice que los hombres pelean y pelean por la lujuria. Contra quién hacen la guerra varía, pero el resultado es el mismo.
La permisividad sexual de los Estados Unidos, para tomar un ejemplo cercano, ha resultado hasta ahora en más de 40 millones de abortos. Visto desde otro ángulo, eso significa más de 40 millones de orgasmos, más de 40 millones de hombres temporalmente satisfechos, más de 40 millones de buenos momentos juntos que terminaron mal para el subproducto resultante. En resumen, millones de hombres han descubierto que la vida de los demás es un precio razonable a pagar por el placer de la eyaculación. Cuando la lujuria está inflamada y excitada, como en nuestra nación, no se puede evitar que
el conflicto llega a la sangre. Y esta lucha entre nosotros es consecuencia directa de haber perdido la lucha contra nuestros miembros. Santiago nos dice que nuestro espíritu está sujeto a los deseos de la carne, pero Dios da más gracia a los que se someten a él. Nuestro espíritu se inclina hacia la amistad con el mundo, lo que significa enemistad con Dios. Una mujer seductora, una blusa escotada, jeans ajustados y una mirada provocativa son todas invitaciones para mostrar desprecio por Dios. Y cuando mostramos desprecio por Dios, pronto descubrimos que él no es la deidad frágil que mucha gente cree que es. No es que Dios no sepa cómo reaccionar cuando lo desprecian. El Dios de la Biblia, como lo expresó acertadamente un escritor, no es un botón de oro. Cuando nos levantamos contra él en enemistad, él responde con juicio (1 Cor 10, 6-8).
Fuente: Lealtad; Cómo ser el esposo de una sola mujer. DOUGLAS WILSON. CLIRE ;
página 49-51