1. El sexo fue creado por Dios
Dios, en Su inmensa sabiduría, para Su gloria y para nuestro bien, ha elegido colocarnos en un mundo donde el sexo juega un papel importante en la experiencia humana. La sexualidad es un asunto de ineludible importancia porque Dios, por sabiduría y amor, así lo ha elegido.
Precisamente porque la sexualidad fue creada por la mano de Dios y está bajo el control de Su soberanía, debemos tratarla con reverencia y admiración, no con vergüenza y timidez.
Proviene de Él, le pertenece y continúa existiendo gracias a Él… sea la gloria para Él.
2. El sexo puede ser peligroso
Desafortunadamente, hoy en día el sexo, la maravillosa creación de Dios, en la cultura que nos rodea es visto como un solvente espiritual que consume los cimientos mismos de la sociedad humana. Tiene el poder de apoderarse de tu corazón y, al hacerlo, determina la dirección de tu vida. Te hace creer que estás al mando, mientras que al mismo tiempo se convierte en su amo y poco a poco te encadena a su control. Te ofrece una sensación interior de bienestar, pero no tiene la capacidad de satisfacer plenamente tu corazón.
Te seduce haciéndote creer en un placer que produce satisfacción, pero que te deja vacío y con una necesidad cada vez más fuerte. El sexo te ofrece la posibilidad ilusoria de finalmente quedar satisfecho, pero por el contrario, despierta en ti envidia hacia cualquiera que lo disfrute en mayor calidad y cantidad que tú.
Él os engaña mintiéndoos, diciéndoos que el placer físico es el camino hacia la paz espiritual. Aunque el sexo es obra de las manos del Creador, tiende a prometerte lo que sólo el Creador puede darte; es maravilloso en sí mismo, pero ha sido distorsionado y se ha vuelto peligroso a causa del pecado original.
3. El sufrimiento afectará tu sexualidad
Dado que el sufrimiento es una experiencia común, también debes esperar que tenga algún impacto en tu sexualidad: sufrirás cuando te des cuenta de que en el “aquí y ahora” la sexualidad no funciona como Dios quiso; tendrás que enfrentarte a su versión distorsionada y redefinida y observar su mal uso. Sufrirás la tentación de llevar tu vida sexual más allá de los límites claros establecidos por Dios.
La tentación sexual te sorprenderá en el centro comercial, en tu computadora, mientras miras Netflix o, desafortunadamente, incluso mientras haces una simple búsqueda en Google en tu teléfono. Sufrirás cuando veas mujeres exponiendo sus cuerpos en público o hombres tratando a las mujeres como si fueran poco más que juguetes producidos para satisfacer su placer. Sufrirás al pensar en la dificultad de proteger a tus hijos de todos los peligros sexuales que enfrentan hoy mientras intentas mantener puro tu corazón.
A medida que adquieras una comprensión cada vez más profunda de todas estas tentaciones seductoras, tendrás dificultades para confiar en tus seres queridos. Algunos de nosotros sufriremos abuso sexual, otros sufriremos la lucha por mantener puro nuestro corazón. Sufrirás malentendidos y burlas mientras intentas permanecer dentro de los límites sugeridos por Dios en una cultura que se ríe de la idea de los límites sexuales. Pablo afirma que sufriremos, y si tiene razón (y la tiene), ese sufrimiento incluirá lo sexual.
4. El sexo no puede satisfacer tu corazón
Las relaciones sexuales causan un placer intenso, pero no pueden satisfacer tu corazón. El contacto con otra persona puede estimular tu cuerpo y tu corazón, pero nunca te hace sentir verdaderamente realizado. El sexo establece una intimidad profunda con otra persona, pero no te convierte en una mejor persona en lo más mínimo.
Aunque no siempre seamos conscientes de ello, todo ser humano vive en busca de un Salvador. A todos nos mueve la búsqueda de nuestra identidad, de la paz interior, de algún tipo de significado en la vida y cada uno de nosotros lo busca en otra parte. Aquí está el quid de la cuestión: buscar en la creación lo que sólo el Creador puede darnos siempre provoca algún tipo de adicción. Lo que pensabas que te serviría en realidad te puso a su servicio; lo que parecía libertad termina siendo una cadena. El problema no es la cosa en sí, sino lo que se quiere conseguir de ella.
El objetivo principal de Dios al crear placeres era traerse gloria a sí mismo.
5. Dios está en el centro de tu vida sexual
No es la lujuria, las malas decisiones o el mal comportamiento sexual lo que causa problemas en nuestra sexualidad: todo comienza cuando olvidamos que Dios debe estar en el centro de esta área de nuestra vida tanto como de cualquier otra. Cuando no tienes otra motivación en el sexo que tu satisfacción personal ya estás en problemas, aunque todavía no seas consciente de ello. ¿Cómo llegaste a ponerte en el centro de tu vida sexual?
Ya sea que lo reconozcas plenamente o no, en el epicentro de tu vida sexual existe un Dios de maravillosa gloria, gracia y poder. Sólo reconociendo que Él está en el centro tu vida sexual desempeñará el papel correcto en tu corazón.
6. El sexo es profundamente espiritual
El sexo no es un concepto antirreligioso, sino más bien profundamente espiritual. La forma en que abordas tu sexualidad y la de los demás siempre deja que tu corazón brille: tu vida sexual es siempre una manifestación de lo que realmente veneras. Repito, el sexo es algo profundamente religioso. Puedes tomar dos caminos: o te sometes conscientemente a Dios o te elevas a la posición de Dios.
En otras palabras, el sexo nunca funciona sólo de forma horizontal, sino que siempre te pone en contacto con el Dios que creó tu cuerpo, te dio los ojos para ver, el corazón para desear y te dice cómo puedes manejar este aspecto de tu personalidad. .
7. El pecado sexual comienza en tu corazón
Esto es lo que nos dicen las palabras de Cristo: nuestra batalla contra el pecado sexual nunca surge de una lucha contra el entorno que nos rodea o contra las personas con las que vivimos, sino que revela la condición oscura y desesperada de nuestro corazón.
Nosotros mismos somos nuestro mayor problema.
Hablando de pecado sexual, el mayor peligro que cualquier ser vivo puede enfrentar vive dentro de él, no afuera. Por lo tanto, aislarse, mudarse, cambiar de relación o intentar controlar el propio comportamiento nunca funciona porque no apuntan al lugar de donde viene el problema: nuestro corazón.
8. El placer glorifica a Dios
El propósito que Dios tenía en mente para Su creación era que ésta le diera gloria a través de los placeres que había creado. Cada cosa agradable fue perfectamente creada y diseñada para reflejar y dirigir la mirada hacia la mayor gloria de Aquel que la creó. Por lo tanto, todas estas cosas fueron diseñadas no sólo como fuentes de placer, sino también por una razón espiritual más profunda.
Su propósito es recordarte a Él, sorprenderte no sólo como tal, sino también transmitiéndote la sabiduría, el poder y la gloria de Aquel que los creó. Fueron colocados en la tierra para ser el medio a través del cual Dios capta tu atención y tu corazón. El placer sexual tiene, por tanto, el objetivo de recordarme la gloria de mi unión íntima con Cristo, que sólo la gracia puede producir.
9. El placer del sexo no puede sustituir la gracia de Dios
Es correcto celebrar la bondad de Dios al darnos dulces placeres para disfrutar, y nunca debes sentirte culpable por disfrutarlos siempre y cuando permanezcas dentro de Sus límites y lo hagas para Su gloria. Es maravilloso celebrar los placeres sensoriales de la comida, la impresionante belleza de una obra de arte, la tierna intimidad del sexo, así como la emoción que evoca una pieza musical bien escrita. Sin embargo, mientras alabas el placer, no olvides alabar también la gracia.
La gracia de Dios tiene el poder de impedirte pedir lo que no debes pedir al placer, de decir no al llamado seductor del placer cuando es imprescindible decir no.
Al mismo tiempo, la gracia de Dios también te ofrece perdón cuando no has hecho ambas cosas y te lleva a la presencia del Único que puede darte la satisfacción y el gozo duraderos que tu corazón anhela. Entonces, mientras celebras los placeres físicos de la creación, tómate el tiempo para celebrar también los placeres eternos de la salvación.
10. La sexualidad tiene como objetivo señalarnos a Dios.
Dado que Dios te creó a ti y a la sexualidad, es imposible comprender completamente la sexualidad si ignoramos a Dios y Su existencia. A través de la creación fuiste hecho suyo, al igual que tu vida sexual.
Cierto tipo de sexualidad que reconoce la existencia de Dios resulta ser un acto de adoración hermoso e íntimo. Una relación como fue concebida: en medio de todos los placeres físicos, uno no se olvida de Dios, sino que recuerda que todo lo que se disfruta en la sexualidad le pertenece a Él.
Esta sexualidad está bajo Su control y honra Su cuidado por las conexiones humanas más íntimas.
Traducción de Laura Trotta
Temas: Mujeres, Sexo, Sexualidad, Hombres, Vida cristiana
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Andrea Artioli